La verdad duele, pero la mentira enferma
La ganancia más significativa después de una separación es la verdad. Sí, ya sé que a veces la verdad, la realidad, no nos gusta, pero, por mucho que nos duela, ¡siempre es mejor que la mentira! Como dice una amiga, la verdad duele pero la mentira enferma, y permanecer en una relación que no funciona es vivir en una mentira.
¿Que la relación funcionaba para ti pero no para él? Pues entonces no era buena. Una relación es cosa de dos: o funciona para ambos o no funciona. No conozco las razones, pero el hecho de que haya ido bien durante años no garantiza que tenga que hacerlo por siempre jamás. ¿Que tú todavía le quieres? Vale, pero él ya no te quiere a ti. La mentira, cualquier mentira, es un terreno resbaloso que nunca conduce a un buen camino.
No pretendo minimizar los efectos de una separación. Ni siquiera pretendo decir lo de “no hay mal que por bien no venga”. Pero incluso en el peor de los escenarios, cuando alguien nos deja de la noche a la mañana y de mala manera, hay un momento en el que tenemos que reconocer que el malvado nos hizo un favor.
¿Quién quiere tener cerca a una persona en la que no se puede confiar, en la que no se puede creer? ¿Usted dejaría sus ahorros en un banco que acaba de quebrar? Pues tampoco es muy recomendable depositar su vida y su confianza en alguien que ha demostrado sobradamente su incapacidad de sostenerse en la vida con una cierta dignidad. Una persona así no es un buen compañero; la vida es muy larga y, por momentos, muy complicada. Por eso, es mejor saber a tiempo con quién se puede contar y con quién no.
Sé que las ventajas de vivir en la verdad solo se reconocen con el paso del tiempo o a la lumbre de una nueva relación más sana y más satisfactoria que la anterior. Pero cuando al fin se acepta, cuando podemos ver con claridad que en realidad nos hemos librado de un destino aciago, nos parece que la película es otra completamente distinta.
Entonces nos cuesta entender cómo pudimos sufrir tanto a manos de alguien que no era tan maravilloso como creíamos.
En ese momento lo que sentimos es un ¡enorme alivio! En efecto, nos hemos quitado un gran peso de encima.