Nadie es indispensable, nadie es sustituible

Nadie es indispensableAunque sé por experiencia que nadie es indispensable, también estoy convencida de que nadie puede sustituir a nadie. Perdemos a un novio y a los seis meses tenemos otro, vale, pero será “otro” novio. El que perdimos, con sus peculiaridades, ya no está. Perdemos un país y nos mudamos a otro; sí, y el otro nos recibe con generosidad, y estamos muy agradecidos de encontrar otro lugar, y hacemos de ese lugar nuestra casa. Pero ese nuevo país nunca podrá sustituir al propio.

Cuando alguien nos dice: “Nadie te va a querer como yo te quiero”, lo primero que pensamos es: “¡Eso espero!”, pero lo cierto es que tiene toda la razón. Nadie nos querrá como él nos quiso; nos querrá más, nos querrá menos, nos querrá mejor o peor, pero siempre nos querrá distinto. Cada quien quiere o malquiere a su manera, como cada uno se cepilla los dientes a su modo.

¡Atención! Yo no digo que en el cambio solo hayamos perdido. Alejarse de un maltratador es siempre lo mejor que te puede pasar en la vida. Pero necesitamos un tiempo hasta acostumbrarnos a vivir con el agujero que el cambio deja tras de sí y poder acogernos a sus ventajas.

Ese tiempo es el que necesitamos para el duelo, que es lento, que se toma su propio ritmo para pasar, pero que pasa. Cerrar un duelo no significa olvidar completamente al novio que abandonamos o al amante que nos dejó en la estacada, como emigrar no significa renegar del país que venimos.

Más bien al contrario, cerrar el duelo significa que podremos volver a recordar a ese novio, a ese amante, sin rencor, sin urgencia, sin temor, sin dolor… Y poder seguir viviendo sin ese novio, sin ese amante, en otro país, pero seguir viviendo.