El enamoramiento nos trastorna los sentidos
La semana pasada expliqué una de las razones por las que nos cuesta poner fin a una relación que nos está haciendo sufrir: nuestra resistencia al cambio. Hoy abordaré otra razón no menos importante: la idealización de nuestra pareja.
El enamoramiento es una deliciosa enfermedad de la que nadie querría curarse. Entre otras cosas, se caracteriza por una curiosa profusión de alucinaciones. Me explico: en una conversación sosa, el enamorado escucha un verbo excelso. Ante un ser humano normalito, el enamorado mira una belleza exótica o peculiar. Le enumeración de los continuos fracasos del amado conmueve al enamorado, y le convence de la mala suerte y de la injusticia con que la vida ha tratado a su tesoro.
Como veis, el enamoramiento nos trastorna los sentidos. Nos hace fabricar a un personaje de ficción, a un ser deslumbrante a nuestra medida.
Por suerte, con el paso del tiempo, se aclara el entendimiento y empezamos a ver al ser humano real que tenemos delante. De todos modos, por mucho que reconozcamos la realidad, siempre mantenemos un resquicio de idealización que nos facilita la convivencia. Siempre estaremos dispuestos a engañarnos un poco respecto a las cualidades de quien tenemos a nuestro lado.
Lo cierto es que, cuando nos separamos, nos cuesta renunciar no solo a la persona real con la que hemos pasado parte de nuestra vida, sino también a ese aspecto idealizado, endiosado, que hemos inventado nosotros mismos y que a menudo tiene poco que ver con quien solemos compartir el desayuno.
Parte de lo que se pierde en una separación es esa inversión a fondo perdido que hicimos cuando nos enamoramos. Lloramos por el hombre verdadero que se va, pero sobre todo lloramos por el ser imaginario que nos habíamos inventado. Únicamente cuando lo vemos caer del pedestal que habíamos construido para él, lo contemplamos en toda su humanidad y descubrimos la estafa que nos hemos infligido a nosotros mismos.
¡Somos nuestro propio Lehman Brothers!, y sufrimos la debacle de nuestra economía interna particular. Nuestra inversión se ha ido al garete. Era todo producto de nuestra burbuja imaginaria. Es muy duro admitir que la única manera de tener al menos una posibilidad de salir de la ruina sea empezar por reconocerla y aceptarla.
¿Alguna vez os han dicho “si te vas, me muero”? La próxima semana lo entenderéis.